Buenooo, cuánto tiempo sin escribir por aquí. No es porque no hayan pasado cosas, es simplemente que soy un vago. Voy a ponerme y dedicar unos minutos a resumir mi viaje de navidad por la fatua Nueva York.
Como resumen os diré que Nueva York me ha gustado mucho, que es una ciudad con un encanto especial -y no sólo son cantos de sirena eh- y que envidio a los neoyorquinos -bueno, excepto a los bums-.
La idea de ir a NY y no a un destino cálido escapando del frío canadiense surgió porque Alejandro, un chico que trabaja en la Embajada de Uruguay, iba a visitar a su familia en Nueva Jersey y nos invitó a pasar unos días allí. Así que nos alquilamos un coche y allá nos fuimos.
Aunque durante todo el viaje tuvimos bastante buen tiempo, el primer día en NY llovía, así que aprovechamos para ir a ver el Metropolitan Museum. Este museo cubre un amplísimo espectro de estilos artísticos y de colecciones, por lo que cualquiera que vaya encontrará algo que le guste. En principio, era una apuesta más segura que el MOMA, y a mí me ha gustado bastante. Por la tarde dejó de llover, así que nos fuimos a ver Times Square y alrededores. Impresionante.
Al día siguiente nos propusimos visitar la Estatua de la Libertad y Lower Manhattan. Para ver la estatua había varias opciones, pero para evitar colas -y porque nos habían dicho que era la mejor opción- cogimos el ferry a Staten Island, que además es gratis, y que en su trayecto ofrece espectaculares panorámicas de Manhattan y permite ver la Estatua de la Libertad. Tengo que decir que el tamaño de la estatua no es tan impresionante como yo creía, pero no deja de ser algo que hay que ver. Al regresar fuimos a ver el Lower Manhattan, parándonos en Wall Street y la zona cero; continuamos nuestro viaje atravesando el puente de Brooklyn -nos tiramos como 1 hora para encontrar el puente, así que si alguien va que sepa que no parte de la orilla, sino del centro de Manhattan- que es un paseo de una media horita pero muy agradable. Con el paseo nos entró hambre -queríamos pizza- así que decidimos ir a Little Italy y así de paso visitábamos el SoHo. Por la noche aprovechamos para ir a ver un musical de Broadway: nada más y nada menos que Grease. Allí nos fuimos, terminamos en un box semi-privado lateral, pero con bastante buena visión de la obra. Por supuesto, lo recomiendo a todo aquel que vaya a NY.
Al día siguiente fuimos a Central Park y aunque hacía bastante frío pudimos hacer un recorrido por toda la parte sur del parque e ir a verel famoso edificio Dakota. Después nos cogimos un taxi hasta Harlem -sí, sí, nos atrevimos a ir a Harlem- y tras pasar por allí, decir «vale estoy en Harlem», cogimos rumbo oeste hacia a la Universidad de Columbia -no porque tuviésemos miedo eh-. Vimos la universidad y paseamos por la parte oeste de Manhattan. El recorrido ofrecía algunos puntos de interés, como la tumba de un general de la guerra civil y el restaurante de Seinfeld. Por la tarde habíamos quedado con los becarios de NY -que trabajan nada más y nada menos que en edificio Chrysler- así que fuimos en Metro hasta el centro. Nos tomamos unas pintas y arrancamos todos a ver un partido de los Nicks. El mayor interés a la postre fue ver el Madison Square Garden, porque los Knicks son una banda y por supuesto perdieron contra Minnesota, que venía de encadenar como 20 partidos sin ganar fuera de casa.
A la mañana siguiente temprano arrancamos hacia Washington. Nada que ver con NY, Washington resultó ser una ciudad supertranquila. El tiempo acompañó, y con 19º pudimos desprendernos de los abrigos. El primer día vimos la Casa Blanca -me pareció bastante pequeña para lo que viene a ser el estilo americano- y el monumento George Washington y el Lincoln Memorial. Es algo que se ha visto muchas veces en cine y televisión, pero no deja de resultar muy interesante. Además, se pueden visitar otros homenajes a las víctimas de las múltiples guerras en las que combatieron los Yanquis. Como estábamos bastante cansados y a la noche tocaba salir de copas, nos fuimos a dormir la siesta. Al despertar, nos fuimos de marcha guiados por una polaca que conocía Alejandro. Los sitios a los que fuimos estaban bastante bien, así que le doy un aprobado.
El segundo día en Washington fuimos a ver el Capitolio y el Pentágono. Del pentágono no se podían hacer fotos, y me dijeron que no me la jugase, que podía venir la policía y borrarme las fotos de la cámara, así que no me arriesgué -no demasiado-. Desde Washington partimos hacia Filadelfia, ciudad ésta sin demasiados puntos de interés. Destaco los Phily Cheese Steaks que se comen en el sur de la ciudad -Pat’s y Geno’s presumen de ser los mejores, nosotros para contrastar probamos los dos y a mí personalmente me ha gustado un poco más el segundo, aunque son muy parecidos-. También visitamos las archiconocidas escaleras de Rocky, la cárcel donde estuvo Al Capone y el Independence Hall -resulta que la declaración de independencia se firmó en Filadelfia, que fue además la primera capital de la nación, por lo que tienen cuidada la zona donde se desarrolló ese pedazo de historia-.
El día 30 era nuestra última ocasión de hacer turismo en NY, así que fuimos a ver la sede de las Naciones Unidas. Nos tocó esperar cola para hacer el tour, pero merece la pena, aunque sólo sea por ver la Asamblea General -las sillas y mesas son un poco cutres-. Y bueno, también paseamos por la quinta avenida, que estaba llenísima de gente.
El 31 nos fuimos de compras a un Outlet, nos cambiamos y arrancamos para NY. Celebramos las uvas españolas en el piso de María, una de las becarias en NY, y de ahí nos fuimos a Mansion, la discoteca en la que pasamos el resto de la noche. La discoteca en sí era muy chula, pero no pudimos disfrutar bien de la barra libre, porque los jodidos de los camareros atendían a peña que ofrecía twentys antes que a nosotros. La cuenta atrás de Times Square la vimos por un pantallón, y no está mal, pero tampoco creo que merezca la pena pasar las penurias que supone aguantar 6 horas de pie en Times Square, sin poder mear, para ver ese instante.
El día 1 comimos en casa de los padres de Alejandro y nos volvimos para Ottawa. Siete horitas de coche y otra más porque paramos a comer un steak.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
¡¡¡Feliz año a todos!!!